El 8 de marzo se conmemora el día internacional de la mujer, reivindicando la lucha de la mujer por su participación dentro de la sociedad, en pos de su emancipación y desarrollo íntegro como persona. En SOSUNC lo recordamos todo el mes, concientizando sobre la importancia de una perspectiva de género en la salud.
El modelo médico tradicional ha considerado las necesidades de salud de las mujeres en torno a la salud sexual y reproductiva. Particularmente, el embarazo y el parto fueron los principales focos de atención de la salud de las mujeres, reproduciendo así la tradicional función social de la mujer de maternar y trasladándo la responsabilidad reproductividad a ellas. La medicina se apropió del cuerpo de la mujer en el parto, desoyendo sus necesidades y deseos al parir, medicalizando y mecanizando el proceso. Bajo esos paradigmas se constituyó la imposibilidad de un análisis médico integral sobre los factores que hacen a la salud de las mujeres.
Hoy, con la multidimensionalidad del concepto de salud y los amplios conocimientos sobre cómo las condiciones socioculturales hacen a las necesidades sanitarias, entendemos que las particularidades de salud de las personas no pueden reducirse a la genitalidad, al sexo y a mandatos sociales y que el género es un determinante estructural clave en la salud.
No son pocos los países donde las mujeres tienen condiciones de vida más bajas que los hombres, carecen de derechos políticos y civiles, tienen problemas con el acceso a la educación, la salud y el trabajo, están sometidas a la violencia como formas de discriminación y atentado contra su salud.
Incluir perspectiva de género en la salud implica también un esfuerzo profundo de descentralizar la salud del sexo de las personas y ya no pensar en cuerpos binarios (mujeres y varones) sino también integrar las necesidades de la diversidad de género y sexual en las prácticas médicas.
La ausencia de una perspectiva de género en la salud reduce la atención médica de calidad e integral de las mujeres y disidencias, impacta de manera negativa en su salud y enfatiza la desigualdad de género.
Por ello es menester integrar la dimensión de género en los programas de formación profesional en carreras de salud, en el diseño de investigaciones, en las estructuras de los servicios de salud y, especialmente, en las políticas públicas sanitarias, para combatir las relaciones desiguales que existen entre las mujeres y los varones en el mundo. El bienestar de las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la población, afecta en forma directa al bienestar de toda la comunidad mundial.